domingo, 24 de febrero de 2008

Ceguera

En esta mi primera publicación, que pretenderá ser lo más concisa posible, deseo hacerles notar una situación que me parece preocupante con respecto a la valorización que en el inconsciente colectivo de nuestro país, especialmente entre las personas de mi generación, aquella generación post-dictadura, hace de ciertas culturas, civilizaciones, o como quiera llamarlo, y cómo esta valorización resulta, finalmente, contradictoria con lo que en general se busca por medio de esta valorización.

En los últimos años, se ha dado la tendencia a la revalorización de culturas que durante años fueron silenciadas y sus descendientes discriminados, como lo son, por ejemplo, los Incas, a los que utilizaré de ejemplo, pudiendo encuadrarse mas o menos de la misma manera otras “altas” culturas, como los Aztecas o los Mayas. Mucho se dice sobre la devastación que los conquistadores españoles causaron en estos pueblos, de lo que no queda duda, perdiéndose de estos “bárbaros” como los llamaba el conquistador promedio, importantes aportes culturales que, de no haber sido destruidos, sin duda que habrían sido un esplendoroso aporte a la misma cultura occidental, especialmente en áreas como las artes plásticas, la astronomía, y por supuesto, la arquitectura, entre otras cosas.

Y es en este último punto en el que me quiero concentrar. Muchas personas han quedado maravilladas ante construcciones como Machu Pichu o Chichén Itzá, que innegablemente son imponentes y dan cuenta de las maravillas de pasados tiempos. De esta manera, al conectarnos con esas figuras evocamos el esplendor de esas civilizaciones, hasta que el bárbaro conquistador vino y se llevó todo, dejando miserias y desolación a su paso. Volviendo a los Incas, específicamente, la mayoría de aquellos que visitan Cuzco y Machu Pichu afirman sentir en las cumbres de la última locación un contacto con la Madre Naturaleza (o la Pachamama, como quieran llamarla), sentirse libres de esta bárbara civilización que nos esclaviza con sus diferentes vicios, etc.

Sin embargo, ¿se han preguntado cómo fue posible que estas magnas construcciones fuesen elaboradas, y que hoy tengamos la suerte de poder admirarlas e incluso poder declararlas maravillas de la Humanidad? Quiero evocar aquí un episodio histórico que nos enseñan en el colegio, que es cuando Atahualpa llena dos piezas con oro para pagar su rescate de las manos de Francisco Pizarro. Inconcientemente nos afloran dos pensamientos: “¡qué malo que eran los españoles!” y “¡qué riquezas las de ese Imperio!”

Ahora preguntémonos: “¿Cómo se pudo obtener esa riqueza?”. La respuesta es la misma que a la pregunta planteada en el párrafo anterior: mediante la dominación, la represión, la esclavitud. Parece irónico pensar que cruzamos fronteras para encontrar esa paz y esa libertad que la cultura en la que estamos inmersos no nos otorga, y llegamos a lugares que están allí gracias, precisamente, a la dominación de unos pocos y el sufrimiento de muchos. ¿Cuántos esclavos habrán construido Machu Pichu? ¿Cuántos azotes habrán sido inflingidos mientras se colocaban las piedras de Chichén Itzá? Eso sin mencionar los sacrificios rituales humanos que en estas culturas se llevaban a cabo “para agradar a los dioses”. Parafraseando a Cristo, son como un ataúd: pulcros por fuera (nadie niega su gran valor arquitectónico), pero podridos en su interior, podridos por el bacilo de la dominación, la esclavitud, y la infelicidad de muchos seres tan humanos como el que escribe y el que lee esto. No sé si aquellos sometidos a los grandes Señores de estos imperios considerarían “Maravillas del Mundo” el fruto de sus llagadas manos y ensangrentadas espaldas.

Cité a estas culturas y sus respectivas construcciones por ser más cercanas geográfica y culturalmente a nosotros. Pero lo mismo podemos decir de otras magnas construcciones como las Pirámides, el Coliseo, la Gran Muralla, y muchos otros. Hay que estar más atentos. No dejen que el esplendor material de pasadas épocas onubile sus sentidos de humanidad

Al parecer, mis queridos Los Jaivas, comprendieron mal el mensaje de nuestro Gran Poeta en “Sube a Nacer Conmigo Hermano”, cantándola en aquellas elevadas cumbres de Machu Pichu.

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